Amor rosa violáceo
08/08/2019La boca me sabe a ceniza, a la hiel que otra boca dejó en la mía.
Me sabe, a ratos, al regusto amargo que deja el abandono, al metálico sabor de la renuncia de una parte de uno mismo… los sentimientos.
La boca me sabe al picante de un amor que creí verdadero, que baja por mi garganta incendiándome de ira y dudas.
Noté una vez en su boca, en un beso, la dulce esperanza del futuro. Sabía al rojo pasión de la fresa, al suave rosado del algodón de azúcar. Saboreé aquellas sensaciones deseando profundamente alargarlas en el tiempo, hasta el último suspiro. Pero de pronto se volvió veneno en mis labios y poco a poco invadió cada resquicio de mí.
Desecho las maldades que me provoca el veneno escupiéndolas, intentando librarme del ácido de mi saliva, del amor transformado en ponzoña que me incita una y otra vez al odio y la venganza.
Porque no merece la pena, recuerdo a menudo que una vez le amé como sólo yo puedo amarle y en mi corazón burbujean el perdón y la ternura. Se me escapa en el aliento el sabor mentolado, de color verde esperanza, en el que viajan mis mejores deseos para él.
Amor rosa violáceo, condenado a convertirse en un recuerdo en blanco y negro, de esos que aparecen gastados y viejos de tanto evocar, de los que se vuelven negros con el tiempo por falta de luz y terminan arrinconados en el pasado.
La boca me sabe a decepción, inmersa en la pesada y larga carrera hacia el olvido, intentando conquistar una cumbre que en realidad no deseo, pero necesaria al fin y al cabo.
Amor color de rosa, tornándose poco a poco al perdón y la incondicionalidad del violeta, de camino hacia el frío azul de la preterición.
Amor perfecto, creado de imperfecciones y heridas… amor que sabe a sangre vencida, que deja en la boca el sabor de la agridulce despedida.